ALUMNOS
1.El
siglo XVIII: marco histórico y cultural. Característica de la prosa y el
teatro. Principales autores y obras.
1.1.El
siglo XVIII: marco histórico y cultural. Características de la prosa narrativa
(Diego de Torres Villarroel y José Francisco de Isla).
Marco
histórico y cultural
En el siglo XVIII se
produjo en Occidente un notable crecimiento de la población y de la producción,
lo que generó un fuerte movimiento expansivo. En general, se trata de una etapa
optimista en la que los individuos confiaron en las innovaciones, los inventos
y las reformas.
El siglo XVIII es el periodo de la Ilustración, corriente
de pensamiento que postulaba la razón como método para llegar a la verdad.
Pensaban que por medio de la ciencia el hombre podría perfeccionar su
naturaleza hasta el infinito. Esta idea de la Ilustración fue defendida por
pensadores como Voltaire, Diderot o Immanuel Kant, que fue el que firmó una de
las consignas más representativas de este tiempo: “Sapere aude” (“Atrévete a
saber”).
En el año 1700, tras la
muerte sin descendencia de Carlos II, el último Austria, llegan al trono de
España los Borbones, que eran partidarios del despotismo ilustrado. El primer
rey de esta dinastía fue Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia. Carlos de
Austria le disputó el trono en una guerra que se prolongaría hasta 1715, aunque
en 1713 se firmara el tratado de Utrecht. Después de la Guerra de Sucesión,
Felipe V promulgó los Decretos de Nueva Planta, que derogaban los fueros de
Aragón, Valencia y Cataluña.
Felipe V abdicó en su hijo Luis I, pero la prematura
muerte de este le devolvería el trono.
Tras la muerte de Felipe V, le sucedió su hijo Fernando
VI, que evitó los conflictos internacionales manteniéndose neutral con el fin
de impulsar la reconstrucción del país.
Le sucedería su hermano Carlos III, que antes había sido
rey de Nápoles y que llegó a España con ideas reformistas que pusieron en
marcha ministros como Grimaldi y Esquilache. En 1767 expulsó a los jesuitas de
España y unos años más tarde ordenó la disolución de la orden.
A finales de siglo reinaría su hijo Carlos IV. El miedo a
que llegaran a España las ideas que habían provocado la Revolución francesa le
llevó a reforzar la censura y a devolverle importancia a la Inquisición. Con
Manuel Godoy como primer ministro se produciría un acercamiento a Francia y a
las ideas de los ilustrados, pero la llegada de Napoleón alteró la relación
entre ambas potencias en los inicios del siglo XIX.
Durante el siglo XVIII,
llegarían a España nuevas corrientes de pensamiento que abogaban por la
liberalización comercial y por la modernización de las técnicas en la
agricultura y la artesanía, pero su influencia obtendría menos resultados que
en otros países europeos.
De igual forma, los novatores intentaron modernizar las
formas de pensamiento de una sociedad atrasada que mantenía un sistema
educativo medieval. Eran defensores de los métodos científicos y difundieron
sus ideas a través de las sociedades de amigos del país y la prensa.
En este siglo se crearon academias, museos e
instituciones que aún perviven hoy en día: la Real Academia Española (1713), la
Real Academia de la Historia, el Jardín Botánico de Madrid, el Museo del Prado,
etc.
La corriente artística
característica de este siglo es el Neoclasicismo, que intentó combatir los
excesos del Barroco y propuso básicamente la austeridad y la limitación de la
fantasía creadora a modelos preestablecidos. Sus principales características
eran la búsqueda del buen gusto, la sujeción a unas reglas que buscaran el equilibrio
y la sencillez, y la pretensión de que el arte fuera útil y agradable.
Características
de la prosa narrativa (Diego de Torres Villarroel y José Francisco de Isla).
Muchas de las obras del
siglo XVIII tienen un carácter doctrinal y pretenden difundir las ideas
ilustradas o contribuir a la reforma de la sociedad del momento. También se da
en la prosa narrativa de ficción, aunque no es muy abundante en esta época.
Algunos estudiosos opinan que esta escasez de obras
narrativas de ficción pudo deberse al recelo que provocaban en la Iglesia. El
control y la censura de la Inquisición debieron desanimar a muchos autores a
escribirlas. En Europa, sin embargo, las obras narrativas de ficción sirvieron
para hacer circular ideas ilustradas y revolucionarias. Autores como Rousseau o
Voltaire estuvieron prohibidos en España.
Por otra parte, el Neoclasicismo volvió a dar importancia
a los tres géneros clásicos (la lírica, la épica y el drama) y minusvaloró la
prosa de ficción.
Diego Torres de
Villarroel es un escritor de la primera mitad del siglo XVIII. En su obra
pervive el estilo de los autores barrocos. La influencia de Quevedo es clara en
libros como Vida, que escribió a modo
de autobiografía por entregas. Fue catedrático en Salamanca, aunque su fama la
alcanzó gracias a los almanaques y pronósticos con los que se suponía que
predecía el futuro.
En la segunda mitad del
siglo, destaca la novela de carácter didáctico. Un buen ejemplo de este tipo de
obras es Fray Gerundio de Campazas, del
padre Isla. El autor se vale de un predicador ridículo llamado fray Gerundio para
hacer una sátira sobre los sermones barrocos, la educación del momento y las
supersticiones.
1.2.Características
de la prosa ensayística (José Cadalso y Gaspar Melchor de Jovellanos).
Como ya se dijo antes,
la mayoría de las obras del siglo XVIII pretenden educar y reformar la sociedad
inculcando las ideas de la Ilustración. Esta pretensión y la aparición de la
prensa propiciaron el desarrollo del ensayo, texto de carácter reflexivo en el
que se manifiesta una opinión sobre algún aspecto de la realidad: historia,
economía, política, derecho, religión, ciencia, arte, etc. Los creadores de
este género los encontramos en el siglo XVI: Michel de Montaigne en Francia y
Francis Bacon en Inglaterra. Este tipo de reflexiones en ocasiones podían
mezclarse con la ficción literaria, como sucede con las Cartas marruecas de Cadalso. De cualquier forma, el concepto de
literatura del siglo XVIII no es el de hoy. Dentro de la literatura de este siglo
entraba cualquier escrito que tuviera que ver con alguna rama del saber.
Los tres ensayistas más importantes son Benito Jerónimo
Feijoo, José Cadalso y Gaspar Melchor de Jovellanos.
Feijoo es autor del Teatro crítico universal y de las Cartas eruditas y curiosas. Con estos
libros intentó combatir los errores científicos, las supersticiones y las
creencias populares para lograr la modernización de la mentalidad española. Sus
obras abarcan temas muy diversos: política, geografía, física, medicina,
literatura, religión, supersticiones… Como sus textos no están destinados solo
a especialistas, están escritos en un estilo familiar y cercano, a veces
incluso tienen pinceladas de humor. Feijoo sometió a una revisión crítica toda
la cultura recibida y propuso el uso del método experimental siempre que fuera
posible. Tuvo por ello muchos detractores y llegó a ser acusado ante la
Inquisición.
Aunque José Cadalso
cultivó también la poesía y el teatro, donde destaca es en la prosa,
especialmente en la ensayística. En Los
eruditos a la violeta hizo una sátira de la educación superficial y de los
individuos que fingen tener vastos conocimientos cuando, en realidad, son unos
ignorantes. Con esta obra tuvo un gran éxito, pero el libro que mejor
representa el espíritu ilustrado son sus Cartas
marruecas. A imitación de las Cartas
persas de Montesquieu, el autor ofrece tres visiones de la realidad: la del
español Nuño, que juzga su patria desde dentro; la del joven marroquí Gazel,
que viaja a España y representa al extranjero curioso que intenta encontrar una
explicación a todo lo que ve; y el anciano marroquí Ben Beley, que juzga con
ideas universales lo que le van contando. Mediante este juego literario,
Cadalso consigue mostrarnos una visión crítica de España gracias al
distanciamiento que le permite que sean tres personajes, dos de ellos
extranjeros, los que juzguen la realidad española. La crítica se centra en
diversos temas: la nobleza inútil y parasitaria, el exceso de religiosos, el
menosprecio de la ciencia, del comercio y de la industria, etc. Las reformas
que propondrán los personajes serán escasas y superficiales, aunque siempre en
consonancia con las ideas de las Ilustración.
Jovellanos es la figura
más representativa de la Ilustración española. No pretendía, como Feijoo,
educar a la población, sino cambiar la realidad con propuestas políticas
dirigidas a las autoridades. Jovellanos era un reformista que intentó cambiar
España guiándose por el principio supremo de la razón. Durante el reinado de
Carlos III ocupó diversos cargos públicos y fue una persona muy influyente,
aunque tuvo serios problemas por sus ideas durante el reinado de Carlos IV. Escribió
poesía y teatro, pero sus mejores obras son informes, memorias y discursos que
abordan temas políticos, jurídicos, sociales, económicos y educativos: Informe sobre la Ley Agraria, Memoria para el arreglo de la policía de los
espectáculos y diversiones públicas y Memoria
sobre educación pública.
1.3.Características
del teatro. Ramón de la Cruz y Leandro Fernández de Moratín.
Durante la primera
mitad del siglo XVIII, continuó la producción de obras barrocas, como los autos
sacramentales o las comedias de enredo, de magia, de santos, de bandoleros,
etc. Es a mediados de siglo cuando se observan síntomas de cambio hacia un
teatro neoclásico, más evidentes conforme llegamos a las últimas décadas. Este
nuevo teatro, sin embargo, será acogido con frialdad y solo gozará de cierto
éxito en el siglo XIX.
El teatro neoclásico intentó aunar el entretenimiento y
la enseñanza. Para conseguir este objetivo se propuso un teatro sobrio, natural
y verosímil que respetara las reglas de las tres unidades. Incluso se dictaron
normas para que los decorados fueran verosímiles y realistas.
En el teatro neoclásico
podemos agrupar las obras en tragedias y comedias.
La tragedia neoclásica
estaba escrita en verso. Sus personajes eran nobles y reyes del pasado. Su
intención era fundamentalmente didáctica. La idea principal que transmitían es
que la pasión y el instinto debían someterse a la razón y a la obligación. Aunque
no sobresalen por su calidad las tragedias que se escribieron en España,
podemos destacar la obra Raquel, de
Vicente García de la Huerta.
La comedia neoclásica
podía estar en prosa o en verso. Está protagonizada por personajes comunes (burgueses
y criados) por medio de los cuales se ridiculizan los vicios de la sociedad. En
la moralina final de estas obras solemos encontrar una recompensa para los
personajes virtuosos y honestos. Las virtudes que más se valoraban eran la
sensibilidad, la humanidad, la honradez, la laboriosidad… Obras representativas
de este tipo de dramas son El señorito
mimado de Tomás de Iriarte o El sí de
las niñas de Leandro Fernández de Moratín, el máximo exponente del teatro
neoclásico.
Moratín escribió obras en verso y en prosa. En varias
abordó el tema principal de El sí de las
niñas: la libertad de elección de la mujer para casarse y la importancia de
que las edades de los cónyuges sean similares. Esta obra es un claro ejemplo de
comedia neoclásica: respeta las tres unidades, tiene una prosa sencilla y sus
personajes son verosímiles y se comportan de forma natural. Moratín siempre
huyó de los excesos del teatro barroco y llegó a escribir una obra para
criticarlos: La comedia nueva o el café.
La comedia sentimental
o tragedia burguesa merece un apartado propio. Su origen hay que buscarlo en la
comedia lacrimosa francesa. Su intención era la de reformar la sociedad de
acuerdo con los principios de los gobernantes ilustrados. Cuando el género se
popularizó, las obras tendieron a la falta de verosimilitud y al patetismo, lo
que provocó el rechazo de muchos ilustrados. La comedia sentimental es un
género híbrido entre la tragedia y la comedia, de carácter realista,
normalmente con final feliz, aceptación de las tres unidades y preferencia por
la prosa. La obra española más destacada dentro de la comedia sentimental es El delincuente honrado de Jovellanos.
En la época del teatro
neoclásico, se desarrollará paralelamente un teatro costumbrista que sí gozará
del favor del público. Las piezas más representativas de esta corriente son los
sainetes, obras breves que presentan tipos y costumbres populares de la época. En
su intención de acercamiento a la realidad, el sainete dramatizará situaciones
extraídas de la vida cotidiana, lo que lo convierte en precedente de la comedia
burguesa de costumbres. Su carácter cómico y popular será lo que disgustará a
los defensores del teatro neoclásico, entre ellos, Samaniego, Iriarte o
Moratín. Tampoco les gustaba que se utilizaran para interrumpir las obras
extensas. El autor de sainetes más importante es Ramón de la Cruz, que refleja
en sus obras la vida popular de Madrid y las costumbres de la clase media. El petimetre o El Manolo son ejemplos de sus mejores sainetes.
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